Ya son 365 días desde tu partida que las mariposas amarillas cambiaron su viaje hacia la hermosa tierra de Macondo, esa tierra que tu nos enseñaste a amar y a querer vivir en ella, no importando si había una ruta directa para llegar, lo importante es llegar y decidir vivir ahí.
Aun recuerdo la mañana que castigada me quedé en la rústica biblioteca de mi preparatoria y descubrí casi enterrado un libro cuyo titulo aún recuerdo: "La historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada" me atrapó de tal manera que cometía travesuras para que me enviaran a cumplir mi castigo a la biblioteca y poder leerte y así salir un poco del encierro que representaba mis años de bachiller.
Me enseñaste que no hay mas grande soledad que la que se vive rodeada de gente; que las personas viven eternamente esperando algo que quizás ellas mismas sepan jamás llegará, Que no hay amores perfectos, sino eternos; que podemos amar sin limite de edad y aun en nuestros peores tiempos.
Aprendí a amar tu tierra, a disfrutar el simple placer de dejar caminar mi pluma sobre el papel para llenarlo con lo que mi alma siente. Gracias a ti, porque sin tu saber de mi existencia me ayudaste a darle alas y letras a mis sueño de escribir.
Hubiese querido sentarme una tarde a platicar contigo para impregnarme de todo esa sabiduría que contenías y está plasmada en tus grandes obras. Por todo lo que aun me sigues inspirando para seguir escribiendo: ¡GRACIAS!
(17-abr-2015)
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