Volví a entrar a mirar desde lejos tus palabras; entré como lo hacen los ladrones: a hurtadillas y cuando estás ausente para que no notes mi presencia.
Leí con un dejo de tristeza que deseabas estuviera ahí para ver tus éxitos, quise responder que si estaba, pero me detuve pues me habría puesto en evidencia y te hubieras dado cuenta de que no he estado tan lejos de ti como te dije que estaría para evitar hacerte daño.
Aunque no me creas, si me da gusto tu éxito, me duele no estar cerca de ti para seguir animándote, para compartir contigo esos momentos; desafortunadamente se tomaron desiciones que nos llevaron por sendas diferentes, por rumbos distantes.
Aun así, siempre que pueda entraré a escondidas a verte, aunque sea desde lejos, a seguir viendo tu crecimiento, tus éxitos, tus alegrías, llorar tus fracasos sin poder ni siquiera consolarte o darte una palabra de aliento para que continúes adelante.
En silencio, invisible, pero ahí estaré hasta que decidas que es tiempo de cerrar la puerta, clausurar ventanas y tapar los pocos resquicios de tu alma para evitar que no atisbe por ninguno de ellos. Por mientras, ahí estaré, desde lejos.
Recuerda que te amé, te amo y te amaré, eternamente, estés en donde estés y con quien estés.
Oreades
2-may-19