Rayaba una pared a solas escribiendo su dolor y frustración, misma que al día siguiente borraba y reescribía sin fin y sin descanso.
Gritaba en silencio, donde nadie la oyera maldecir y pronunciar tantos porqués a la vida, al viento, al mismo cielo.
Ya no tenía con ella esa segunda sombra que la acompañaba desde hacia más de 500 noches con sus días y le hacía feliz cuando nadie le veía.
Se desgastó pidiéndole al destino le cruzara en su camino; se sabía extraviada y lastimada pero nadie se percataba de ello.
Su luz era tan débil como grandes su esperanzas de algún día volverle a tener. Caminaba ese camino rojo, el cual una vez iniciado ya no se debe volver la vista atrás.
Y de pronto se vio, se sintió y se supo que siempre había estado sola.
(18-abr-13)
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